De la misma manera que quien cura una muestra de arte, elige qué cuadros exponer y un criterio estético y de contenido, la idea es hacer eso con lo que pensamos. Ir generando ese criterio y no colgar todos los cuadros en la pared de manera aleatoria.
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Un gran porcentaje de los pensamientos que recorren nuestra mente son asociaciones aleatorias, o no tanto, que hacen que vayan saliendo ideas que vamos incorporando o descartando.
Las raíces de estos pensamientos suelen estar atadas a lo que estamos haciendo en el momento, lo que estamos viendo, nuestros sentidos o emociones o incluso condicionamientos latentes. Muchas veces surgen pensamientos que no nos interesan o no nos sirven, ya sea porque generan ruido o porque encierran una visión negativa o no tan constructiva como nos gustaría.
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Una de las formas de aplicar esta curaduría es estar atentxs a la aparición de estos pensamientos y, en el momento que surgen, elegir no desarrollarlos y reemplazarlos por otros que nos parezcan más atinados, más cercanos a lo que queremos. Si mantenemos esta práctica, vamos a generar una curaduría de nuestros pensamientos, haciendo que aquellos que no nos interesan tanto tengan menos fuerza y aquellos que nos suman afloren más.
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Este tema nos hizo acordar de un libro, tal vez poco conocido, de 𝗟𝗲𝘄𝗶𝘀 𝗖𝗮𝗿𝗿𝗼𝗹𝗹: 𝑨𝒍𝒊𝒎𝒆𝒏𝒕𝒂𝒓 𝒍𝒂 𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆.
"Desayuno, comida, té. En casos extremos, desayuno, almuerzo, comida, té, cena y un vaso de algo caliente antes de irse a la cama. ¡Cuántos cuidados nos tomamos en alimentar a nuestro afortunado cuerpo! Pero, ¿cuántos de nosotros hacemos algo similar por nuestra mente?"
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Te proponemos iniciar esa curaduría del pensamiento o, como dice Lewis Carrol, empezar a pensar con qué querés alimentar tu mente
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